domingo, 8 de enero de 2017

Los buenos augurios del 2017

Llevo todo diciembre trabajando. Y pensaréis que es una buena noticia. Lo es, al menos a medias. Es un trabajo más, aburrido y estresante, donde tengo que abordar a la gente en mitad de sus compras para  darles la tabarra sobre algo que les interesa a uno de cada diez. Hay veces que no encuentro ni a ese uno, pero bueno, ahí sigo, cinco horas al día (muchos domingos incluídos), sonriendo sin ganas y deseando llegar a mi casa para ponerme mi pijama gordo de Primark y tirarme en el sofá a ver la película que toque ese día. Pensé que con el fin de diciembre acabaría también el trabajo pero no, enero trajo consigo la continuidad de un curro que me tiene dividida en dos: 
1. Dinero y cotización
2. Ninguna realización personal
Aunque debo admitir que me he llevado algo genial durante este trabajo navideño: un par de compañeras que han hecho que las horas interminables fueran más aceptables. Y lo digo en pasado, porque ellas ya acabaron y yo sigo aquí, al pie del cañón, y vuelven las brumas sobre mi cabeza y sobre qué coño estoy haciendo con mi vida. Supongo que la fiebre que tengo debido al gripazo con el que he saludado al año nuevo sea una de las razones por las que vuelvo a comerme el coco en mis horas de baja laboral. 
Soy negativa por naturaleza, ya véis, supongo que me gusta demasiado el drama, pero este 2017 lo comencé con el próposito más imposible de conseguir para una chica como yo: ser positiva. Y lo estoy siendo, os lo prometo, porque a tan sólo 48 horas de que este año comenzase, me encuentro un correo que me pide que sea profesora en un instituto de unos niños que no son muy duchos en asignaturas de humanidades y necesitan motivación y ayuda. Y no sabéis las ganas que tengo de empezar, de conocerlos, de ayudarlos y de tener un trabajo en el que hay un auténtico objetivo: conseguir que unos críos que no logran aprobar, que no creen en sí mismos, alcancen sus objetivos y vean que son tan grandes como ellos quieran serlo. Al final va a ser verdad esas cosas de las tazas y los cuadernos que dicen que ser feliz se logra queriendo serlo. 

Jamás pensé que escribiría esto que voy a decir a continuación (y no me lo tengáis en cuenta si vuelvo a mi bucle de dramatismo continuado) pero con el principio de este nuevo año he descubierto que la luz entre los nubarrones es mejor que el sol explendido. Aprovechad vuestra luz, disfrutad de ella porque va a llegar y ¡seguro que nos pone morenos!

jueves, 24 de noviembre de 2016

Sí pero No

Hace dos días me llamaron para hacer una entrevista de trabajo. No tenía nada que ver con mi formación académica pero, en los tiempos que corren, que te llamen para conocerte ya es un paso. Un gran paso.
Me presenté ilusionada en la oficina, con mis tacones y maquillada "natural" para dar buena imagen. Delante mío sólo había una chica y hasta pasados unos diez minutos de mi llegada no aparecieron otras dos. Hablamos un poco y ninguna tenía mucha idea de para qué era la entrevista. Ya sabemos como van estos portales de búsqueda de empleo, que a veces dicen lo mínimo para que te inscribas y luego ya veremos. Y lo vi. Trabajo comisionando. Le di una oportunidad y al día siguiente me presenté para ir casa por casa en busca de socios para la campaña y me dí cuenta, en las cuatro puertas que me abrieron esa mañana, que (casi) todos estamos igual: sin un trabajo y viviendo de nuestra familia hasta que podamos volver a abrir las alas y valernos por nosotros mismos. ¿Llegará ese día?

No volví al día siguiente, empezando porque no creo que esté preparada para un puesto como ese en el que se necesita tener un ánimo que yo no tengo ya que, mientras estuviera vendiendo lo que tenía que vender, estaría pensando en el dinero que me he gastado en el transporte para llegar hasta esa perta y que no sé si recuperaré. 

Vivimos en un momento tan incierto que incluso hay personas que juegan a darte trabajo sin sueldo, a que pruebes a ver si es lo tuyo, a que veas si ganas o pierdes dinero en el intento. Y muchas veces son campañas loables pero no siempre uno está preparado para ayudar al resto, sobre todo cuando ves que cada vez te desangras más, que el aire ya no llega a tus pulmones y nadie te tiende la mano. ¿Cómo haces tú para convencer a alguien que necesita ser salvado que socorra a otros?

sábado, 29 de octubre de 2016

Aquí y ahora

Tengo 25 años, no tengo trabajo y estoy soltera.
Y os preguntaréis, ¿y qué? Y sólo os puedo contestar que sí, ¿y qué?

Hace tiempo escribía un blog (otro) sobre viajes que hacía, cuando pensaba que a los 25 tendría todo lo que deseaba: viviría en alguna ciudad grande y cosmopolita donde siempre hubiera cosas que hacer, exposiciones o conciertos, mercadillos vintage y continuas presentaciones de libros y películas. Tendría un piso pequeño, quizás abuhardillado, muy bohemio, para mi perro y para mí de sobra, y quizás tuviera un novio poeta o músico que me llevara en Vespa por toda la ciudad. Sin embargo, por tener, no tengo ni perro.
Por aquel entonces, cuando abrí mi primer blog, estaba disfrutando de la beca Erasmus en Roma, así que podéis imaginaros porqué estaba tan convencida de que iba a comerme el mundo: con 20 años vivía en la que había sido el centro del universo, el cosmos me estaba diciendo que era la elegida, ¿para qué? Aún lo estoy investigando, ahora que tengo tanto tiempo.

Ayer me desvelé a eso de las 5 de la mañana y empecé a caer en la cuenta de todo esto, que seguía en mi pueblo, viviendo con mis padres y que detrás de mí, había tres generaciones que habían acabado la carrera. ¡TRES! Si no era suficiente la mía, ahora tengo que competir con otras tantas en un mercado laboral donde apenas hay oportunidades, donde te piden no llegas a los 30 años pero tener 10 de experiencia, donde tienes que hablar cinco idiomas fluidos y tener buena presencia. Y me vino el bajón. Empecé a dar vueltas en la cama y tardé una eternidad en volver a encontrarme con Morfeo. Lo peor de todo no es que empiece a escribir esto porque me siento desdichada, lo peor es que hay cientos (¿miles es exagerar?) de jóvenes que están pasando por lo mismo que yo, que están en un limbo que no saben cuando va a acabar, que no saben si algún día conseguirán sentirse completos y seguros, que siguen preparándose para un puesto de trabajo que no saben si llegará, que hay días que se levantan con esperanza y otros que no quieren salir de la cama. ¿Para qué? ¿De verdad hay algo ahí fuera?

Es posible que mi visión sea bastante pesimista, siempre he sido de las que ve el vaso medio vacío, y que no sea para tanto, que siempre sale el sol, que hay que ver el lado bueno de las cosas y todas esas cosas que se escriben en tazas, carpetas y cuadernos para hacernos sentir mejor. Y si lo logran, pues, mira, que sigan existiendo. Yo, mientras, a pesar de no saber si alguien me leerá, aquí estaré, descargándome vía internet, ese lugar donde, a lo mejor, encuentre un trabajo en una gran ciudad cosmopolita, puede que cerca de un barrio bohemio donde viviré en una buhardilla con mi perro y cuyo vecino sea un guapo batería que me llevaría en Vespa al fin del mundo.

De fondo suena: La habitación roja - Volverás a brillar