Llevo todo diciembre trabajando. Y pensaréis que es una buena noticia. Lo es, al menos a medias. Es un trabajo más, aburrido y estresante, donde tengo que abordar a la gente en mitad de sus compras para darles la tabarra sobre algo que les interesa a uno de cada diez. Hay veces que no encuentro ni a ese uno, pero bueno, ahí sigo, cinco horas al día (muchos domingos incluídos), sonriendo sin ganas y deseando llegar a mi casa para ponerme mi pijama gordo de Primark y tirarme en el sofá a ver la película que toque ese día. Pensé que con el fin de diciembre acabaría también el trabajo pero no, enero trajo consigo la continuidad de un curro que me tiene dividida en dos:
1. Dinero y cotización
2. Ninguna realización personal
Aunque debo admitir que me he llevado algo genial durante este trabajo navideño: un par de compañeras que han hecho que las horas interminables fueran más aceptables. Y lo digo en pasado, porque ellas ya acabaron y yo sigo aquí, al pie del cañón, y vuelven las brumas sobre mi cabeza y sobre qué coño estoy haciendo con mi vida. Supongo que la fiebre que tengo debido al gripazo con el que he saludado al año nuevo sea una de las razones por las que vuelvo a comerme el coco en mis horas de baja laboral.
Soy negativa por naturaleza, ya véis, supongo que me gusta demasiado el drama, pero este 2017 lo comencé con el próposito más imposible de conseguir para una chica como yo: ser positiva. Y lo estoy siendo, os lo prometo, porque a tan sólo 48 horas de que este año comenzase, me encuentro un correo que me pide que sea profesora en un instituto de unos niños que no son muy duchos en asignaturas de humanidades y necesitan motivación y ayuda. Y no sabéis las ganas que tengo de empezar, de conocerlos, de ayudarlos y de tener un trabajo en el que hay un auténtico objetivo: conseguir que unos críos que no logran aprobar, que no creen en sí mismos, alcancen sus objetivos y vean que son tan grandes como ellos quieran serlo. Al final va a ser verdad esas cosas de las tazas y los cuadernos que dicen que ser feliz se logra queriendo serlo.
Jamás pensé que escribiría esto que voy a decir a continuación (y no me lo tengáis en cuenta si vuelvo a mi bucle de dramatismo continuado) pero con el principio de este nuevo año he descubierto que la luz entre los nubarrones es mejor que el sol explendido. Aprovechad vuestra luz, disfrutad de ella porque va a llegar y ¡seguro que nos pone morenos!